La
Universidad Mariana es una institución de educación superior de naturaleza
privada y carácter católico, inspirada en la espiritualidad Franciscana y
Mariana, incluyente y con vocación social desde el Evangelio.
Como
Institución de Educación Superior de inspiración católica, su objetivo es el de
garantizar de forma institucional una presencia cristiana en el mundo
universitario frente a los grandes problemas de la sociedad y de la cultura.
Posee una inspiración cristiana; una reflexión continua a la luz de la fe
católica, sobre el conocimiento y la ciencia; la fidelidad al mensaje cristiano
tal como es presentado por la Iglesia; y el esfuerzo institucional al servicio
del pueblo de Dios y de la familia humana en su itinerario hacia aquel objetivo
trascendente que da sentido a la vida.
Su inspiración católica le impulsa a alcanzar sus
objetivos como Institución de Educación Superior teniendo presente el esfuerzo
por formar una comunidad auténticamente humana, animada por el espíritu de
Cristo. La fuente de su unidad deriva de su común consagración a la verdad, de
la idéntica visión de la dignidad humana y, en último análisis, de la persona y
del mensaje de Cristo que da a la Institución su carácter distintivo. Así, se promueve en la
comunidad universitaria, el espíritu de libertad y de caridad, y valores como
el respeto recíproco, el diálogo sincero y la tutela de los derechos de cada
uno. Sus esfuerzos se encaminan a ayudar a todos sus miembros a alcanzar su
plenitud como personas humanas en un ambiente de corresponsabilidad.
Tal como lo manifiesta la Constitución Apostólica de
su Santidad Juan Pablo II Ex Corde Ecclesiae, la Universidad por su inspiración
Católica, al estará inmersa como cualquier otra Universidad en la sociedad
humana, reconoce que para responder a esta identidad, está llamada, en el
ámbito de su competencia, ser instrumento del progreso cultural de las personas
y la sociedad. Sus actividades de investigación incluirán, por tanto, el
estudio de los graves problemas contemporáneos, tales como, la dignidad de la
vida humana, la promoción de la justicia para todos, la calidad de vida
personal y familiar, la protección de la naturaleza, la búsqueda de la paz y de
la estabilidad política, una distribución más equitativa de los recursos del
mundo y un nuevo ordenamiento económico y político que sirva mejor a la
comunidad humana a escala global.
“La pastoral universitaria es aquella actividad de la
Universidad que ofrece a los miembros de la Comunidad la ocasión de coordinar
el estudio académico y las actividades para-académicas con los principios
religiosos y morales, integrando de esta manera la vida con la fe […] Como
natural expresión de su identidad católica, la comunidad universitaria debe
saber encarnar la fe en sus actividades diarias, con momentos significativos
para la reflexión y la oración”
Así, la Universidad concibe la pastoral universitaria
como actividad de corresponsabilidad que motiva a la comunidad académica a ser
más conscientes de su responsabilidad frente a aquellos que sufren física y
espiritualmente; siguiendo el ejemplo de Cristo, su opción será especialmente
por los más pobres y los que sufren a causa de las injusticias en el campo
económico, social, cultural y religioso. Esta responsabilidad se ejercita,
dentro de la comunidad académica, pero encuentra aplicación también fuera de
ella.
Por
su actuar desde el Evangelio de Jesucristo y la espiritualidad de San
Francisco, la Universidad se caracteriza por promover la formación integral de
los estudiantes de acuerdo con una concepción cristiana del hombre, de la vida
y del mundo; y por prepararlos para participar en la transformación y mejora de
la sociedad según los valores Evangélicos. Privilegia la colaboración
responsable y la solidaridad inculcando aquellos valores que hacen que la
sociedad sea más humana y más justa
La
espiritualidad Franciscana permanece vigente en el contexto sociocultural y de
allí la importancia de promover valores como la fraternidad, la cultura de la
paz y la convivencia, la cultura ecológica, la humildad, minoridad, justicia y
solidaridad, entre otros.
La Universidad Mariana además, dignifica a la mujer
desde María quien es también, lo
reconocen los grandes místicos y los Doctores de la Iglesia, “el camino más
dulce y amable para llegar a Jesús”. En los grandes misterios de la Fe, la
Encarnación y la Redención del mundo a través de Cristo nuestro único Redentor,
la Virgen María participa en ellos a título excepcional, de manera que la
Iglesia no puede disociarla tanto en su
magisterio como en la oración.
El estilo de vida de la Beata María Caridad Brader,
inspira la vida institucional en la Universidad Mariana y sus máximas se han
convertido en iluminación de su quehacer, especialmente con relación a lo que
debe ser la formación de sus estudiantes para sus educadores: “No está en los
muchos conocimientos sino en la preparación para la vida, el éxito de la educación”
Beata María Caridad Brader.
Por ser la educación un proceso de dura toda la vida,
la educación franciscana intenta infundir alegría en el aprendizaje y un deseo
de aprender que permanecerá más allá de los días pasados en la escuela. Más que
la formación que les damos, vale la capacidad y el ansia de seguirse formando
que sepamos infundirles. Aprender es importante, pero mucho más importante es desear seguir
aprendiendo a lo largo de toda la vida.
2. El ideal de la formación humana institucional
La Universidad
Mariana en sus 50 años de fundación ha tenido como criterios fundamentales a
partir de los principios, políticas, objetivos y proyecto educativo
institucional, el ideal de la formación humana. Este propósito cristalizado en
su oferta educativa, ha permitido formar estudiantes de pregrado y posgrado con
un alto perfil humano y cristiano, centrado en el desarrollo de valores,
cualidades, capacidades, facultades y dinamismos de la persona, del ciudadano y del profesional
competente.
Desde sus
inicios, se consideró que la formación humana era la filosofía de vida del
Instituto Mariano y la característica esencial para el fortalecimiento del
proyecto de vida de los educandos y de la
Comunidad Educativa. En esencia,
el sentido de lo humano y su razón apostólica, como como fundamento de la
Universidad Católica, fueron los criterios más significativos para la creación
y funcionamiento como Institución de Educación Superior. En el Estatuto Orgánico del acuerdo 002 de
1978, se muestra que los objetivos de formación del Instituto respecto al
compromiso con la formación humana y cristiana fueron:
-“Formar profesionales con base en una sólida filosofía
cimentada en valores espirituales del hombre, de acuerdo a su origen divino y
su destino eterno.
-“Desarrollar la personalidad integral de los estudiantes
por medio de la orientación de su inteligencia y voluntad”. (Estatuto Orgánico,
acuerdo 002 de 1978)
Estos
objetivos siendo la base axiológica y el sustento teleológico del Instituto
Mariano, pasaron a ser también el fundamento y razón de ser de la universidad
cuando esta cambio su denominación y fue elevada a la categoría de “Universidad
Mariana” en el año de 1983. En el transcurso de los tiempos, la universidad a
través de los documentos institucionales, normas y Proyecto Educativo
Institucional, ha resaltado de manera profunda el carácter y sentido que tiene
la formación humana- franciscana y cristiana, “tanto en el currículo como en el
ambiente universitario”. (Proyecto Cultural, 1997, p.10). En este sentido, se
emprendieron reformas y propuestas para incluir el componente humano, cristiano
axiológico y ciudadano en los currículos de los programas y en las estructuras
de la Institución.
Se resalta la
reforma de 1989 sustentada por los docentes del programa de Filosofía y del
Área de Humanidades, que introdujeron espacios humanísticos de corte sociológico
y antropológico para el fomento de las humanidades; la reforma de 1998
presentada por el Colectivo de Humanidades con la denominación de “Proyecto de
Formación Humanística Integral” (Trejo, 2000-2001) que recogió tres componentes
definidos en la misión del año 1997, respecto a formar personas, ciudadanos y
profesionales; la propuesta del 2002 que resaltó la reestructuración del Área
de Formación Institucional donde se incluyó la sub-área de humanidades, y la
propuesta del 2008 que introdujo al Plan
de desarrollo, una directriz institucional denominada “Formación Humana desde
el Evangelio” y que definió un nuevo derrotero en los currículos de los
programas y de la universidad con tres ejes: fortalecer lo humano, lo
cristiano-franciscano y a la vez, profundizar en los saberes humanísticos,
especialmente, los saberes filosóficos, antropológicos y ético-ciudadano.
Este reto
abrió los horizontes para “formar personas humana y académicamente competentes”
(Plan de Desarrollo, 2006-2012, p.10).
Se consideran importantes estos avances de reforma y proyección, en
tanto, los signos de los tiempos, lo acontecimientos nacionales e
internacionales, los cambios y reformas
internas, fueron necesarios para poner en marcha un plan de formación que
contribuyera con los procesos de formación integral y reconocimiento de la
identidad de la universidad.
En este
sentido, cada generación de estudiantes ha recibido de la universidad un plan
de formación que ha posibilitado llevar acabo la filosofía de la universidad, la
misión y los propósitos del Proyecto Educativo Institucional. Quienes han
liderado los procesos de la formación humana en la Universidad Mariana, asumieron como
tarea personal y colectiva, el compromiso de propiciar y fortalecer la dinámica de la
enseñanza –aprendizaje centrado en la identidad de la universidad católica, el
humanismo cristiano y el ideario franciscano –mariano, impregnado por las
Hermanas Franciscanas de María Inmaculada. Estos nobles propósitos permitieron
desarrollar el sentido de lo humano en los egresados, su sentido ético y sentido de pertenencia a la
universidad católica.
Hay que
resaltar el objetivo plasmado en el Estatuto General del año 2002 que en su
artículo 6 expresó la necesidad de “Promover
procesos de formación integral de acuerdo con los valores humanos y del
Evangelio, en una espiritualidad de la comunión eclesial, fortalecida por la
espiritualidad de la Congregación de Religiosas Franciscanas de María
Inmaculada, que incidan en el perfeccionamiento continuo, personal y
profesional de la comunidad universitaria y la comprometan en una acción
transformadora para la construcción de una sociedad democrática, justa,
pacífica y solidaria” (p.4)
En efecto, para
el año 2009 fue publicado el Modelo Pedagógico y con él, un artículo que
puntualizó dos procesos fundamentales que caracterizaron la propuesta de
formación. a) entender el sentido de la formación humana y b) diferenciarla de
formación humanística. Si bien, lo
humano y lo humanístico se entendieron como consustanciales, fue necesario
decir que lo humano se enfocaba al desarrollo de las dimensiones de la persona
y sus valores; lo humanístico en cambio, asentó más a las ciencias humanas que
debían incorporarse en los currículos de los programas por su necesidad epistémica
y filosófica. Un aspecto clave fue
entender que las humanidades no eran solo las “clases del saber humanístico”
sino procesos de desarrollo integral y de
compromiso con la persona, con el ser humano en sus múltiples dimensiones. Las figuras uno y dos muestran el sentido de la formación
humana proyectada en el modelo pedagógico y sustentada en el artículo de lo modelo
pedagógico (Trejo, 2009)
2.1 La formación humana en los documentos institucionales
Para el año
2006, una nueva directriz de orientación institución se formuló en el
Reglamento General, buscando cimentar el quehacer de la formación humana. En
este caso se decretó en el artículo 3 del marco axiológico que “la Universidad Mariana, desde una pedagogía
del amor, el respeto por la persona humana y el intercambio de saberes, forma
integralmente hombres y mujeres más humanos, autónomos, auténticos,
responsables y justos, comprometidos con la paz, la justicia y la construcción
de región y país. (p,3)
El artículo 4
introdujo el sentido pedagógico de la
formación para garantizar que “la
Universidad, al brindar Educación Superior como servicio público a la sociedad,
se compromete con la formación humano - científico - profesional del ser
humano, abriéndoles horizontes para aprender a aprender, aprender a crear,
aprender a ser, aprender a convivir y aprender a hacer. Al mismo tiempo que
forma al ser humano en y para la vida, la Universidad procura servir a la
sociedad regional, nacional e internacional en los procesos de conservación y
enriquecimiento de su cultura, y la acompaña en sus esfuerzos por el desarrollo
con equidad y justicia social. (p.14) Y en el artículo 5 se planteó la
necesidad de fortalecer la formación
integral en valores donde la Universidad Mariana entendió “la formación integral como una forma de
educar, mediante la cual se fomenta el proceso de socialización del educando,
se afina su sensibilidad, se desarrollan sus capacidades, habilidades y dominio
de interacciones, abriendo su espíritu al pensamiento crítico y a su
crecimiento moral”(p.14)
Cabe manifestar que el interés de pensar lo humano y hacerlo explícito en los documentos institucionales, fue una impronta en la universidad. Es decir, fue prioritario entender el sentido de la formación humana como una característica esencial o sello diferenciador (Guerrero, 2015) de la Universidad Mariana. Como fue también importante reconocer el sentido de lo pastoral, del carisma congregacional y del bienestar institucional que debía proyectarse e interiorizarse en el quehacer educativo de la universidad. En la misma perspectiva se consideró importante a las humanidades en los currículos y propuestas generadas por el Departamento de Humanidades y la calidad humana y sentido de pertenencia de sus docentes. En este caso, lo humano y lo humanístico fueron y serán siempre la continuación de una conversación que a través del tiempo recogerá mayor relevancia en el ser y quehacer la universidad y del contexto.
En efecto, en el Proyecto Educativo Institucional del año 2011, se declaró que la Universidad Mariana “Forma profesionales integrales, humana y académicamente competentes, con responsabilidad social, espíritu crítico y sentido ético, propiciando el diálogo permanente entre fe, ciencia y cultura desde el Evangelio de Jesucristo, la Espiritualidad de San Francisco de Asís, al estilo de vida de la Beata Caridad Brader”. Esta perspectiva misional que tuvo su origen en el plan de desarrollo 2007-2012, llevó a identificar una nueva dinámica de la formación humanística, a considerar elementos y criterios en tornos al quehacer de las humanidades cuya síntesis se concretizó en tres espacios claves de trabajo con los educandos: Formación filosófica, Humanismo Cristiano y Ética. Pero a la vez a considerar otras estrategias para apoyar el sentido de la formación y de la identidad del estudiante mariano. En este caso, el documento PIE (2011), expresó la necesidad de incluir el sentido de lo humano en la dinámica curricular y en la labor Institucional con diferentes estrategias que favorecieron el clima laboral, el bienestar institucional y el sentido pastoral de evangelizar con nuevo ardor, métodos y expresiones. (DNE, 1994, No.20).
En este caso,
se concibió una universidad comprometida con una formación humana, humanística y científica de excelencia, y con
el compromiso de apoyar el proyecto de
vida de los educandos y estar atenta de
los cambios generados en la sociedad, a revisar desde miradas y
perspectivas, las estructuras y métodos de enseñanza-aprendizaje hasta
encontrar un modelo que responda a los nuevos requerimientos. En efecto, el Plan de Desarrollo 2006-2012 en
su capítulo cuarto referido a la proyección institucional, expresó que “teniendo en cuenta la diversidad de
aspectos que contemplan las líneas de desarrollo (…) se hace necesario
formalizar unas grandes directrices orientadoras. Es así como aparece descrita
la directriz tres que se denomina: “Formación humana desde el Evangelio” (p.23), alusiva a los siguientes aspectos: formación
de la persona para ser con el Otro y con los Otros; formación en la pluralidad
cultural para la paz y la convivencia, la sensibilidad social y el servicio
solidario; formación en ética y derechos humanos; formación para la equidad y
la justicia; formación para la criticidad frente a un mundo neoliberal y
excluyente; predominio de la cultura de la vida sobre la cultura de la muerte;
construcción del proyecto de vida y énfasis en la trascendencia del ser humano.
Con base en estos referentes, la formación humana como
una directriz institucional, se
constituyó el eje transversal y como tal, en el componente articulador que
permitió interrelacionar, las diferentes líneas de desarrollo y directrices,
pero ante todo a ser posible la misión institucional en términos de formar profesionales integrales, humana y
académicamente competentes, con responsabilidad social, espíritu crítico,
propiciando el dialogo permanente entre fe y cultura desde la espiritualidad de
San Francisco de Asís, Evangelio vivo de
Jesucristo (…) (p. 16) En este contexto, la directriz como unidad básica de
cambio y de mejora de la oferta educativa institucional, se proyectó a través
de unos factores claves de éxito que buscaron obtener unos resultados
estratégicos institucionales, y que apuntaron en términos cualitativos a formar
a una comunidad universitaria a la “luz
de los principios del Evangelio y de la espiritualidad de San Francisco de Asís”;
de igual manera a disminuir las problemáticas humanas, a mejorar la calidad de vida fortaleciendo la
formación integral y ante todo han construido comunidad educativa.
La directriz
institucional, fue un nuevo horizonte de sentido que buscó hacer posible el
ideal de la Universidad Mariana, en cuanto universidad Católica. El objetivo
misional fue renovar el compromiso con la excelencia académica, lo cual supuso
un cambio de mentalidad, ya que el mundo necesitó para la época una universidad
dinámica, preparada para enfrentar un escenario de momentos inciertos, problemáticos
y contingentes. La Universidad Mariana se integró en este proyecto de formación
humana desde el Evangelio, procurando propiciar el crecimiento no sólo
intelectual-científico-tecnológico sino fundamentalmente humano y cristiano de
sus estudiantes y por ende de la Comunidad Universitaria.
Para ello, forjó una relación personalizada entre
educadores y educandos. Esta relación se
fortaleció a través del contacto y la constante referencia a la realidad local,
regional, nacional e internacional. Cabe decir, que la Universidad Mariana no
ha sido una Institución cerrada, sino abierta y relacionada con el medio, con
el entorno y sus problemáticas. Una Universidad consciente de que su propio
éxito se concentre en lo que proyectan ser sus estudiantes y egresados. Por
este motivo la misión más importante de la Universidad se centró en la impronta
de formar en cada uno una personalidad solidaria, justa, fraterna, capaz de
asumir responsabilidades ante el mundo real y concreto.
El sentido de la excelencia humana y académica de la Universidad Mariana, se ha sustentado en una selección rigurosa de los aspirantes a ingresar en las distintas profesiones, un equipamiento físico e informático de última generación, modernos métodos de enseñanza y aprendizaje basados en el enfoque constructivista (Marroquín, 2011) y amplio contacto de los educandos con la realidad por medio de sus prácticas pedagógicas, investigativas y de proyección social. También ha entendido la excelencia, en relación a que “los estudios que se imparten en la Universidad Mariana, deben ser de la más alta calidad académica y sea posible aspirar, de acuerdo con las circunstancias, los eventos, los acontecimientos y los tiempos de la sociedad del conocimiento y la información” (Trejo, 2008, p.13).
Para lograr una formación integral de excelencia, la Universidad Mariana, consideró en sumo grado la creación y a la vez la consolidación de la Facultad de Ciencias Humanas y Ciencias Sociales y el Departamento de Humanidades. Cabe valorar la importancia que tuvo el Proyecto: Cátedra Franciscana que se definió como un proyecto estratégico institucional de la Universidad Mariana, el proyecto, Excelencia humana para toda la vida y el proyecto Laboratorio de Convivencia fraterna que fueron espacios donde la comunidad universitaria a ejemplo de los principios Evangélicos, aprendió a reconocer el sentido de la democracia y el respeto por los derechos fundamentales del Ser humano. En el Proyecto de Desarrollo Institucional 2014-2020, se dejó estipulado en el numeral 1.3 que “la formación humana desde el Evangelio se estableció como una gran directriz enfocada en saturar el quehacer de la Universidad con los elementos de identidad institucional. Ello supuso plantear el reto de institucionalizar la cátedra Franciscana, con la finalidad de profundizar en el conocimiento del Evangelio y la espiritualidad de San Francisco de Asís y de la Beata Caridad Brader”. (p.12)
Finalmente en
este recorrido breve de mirar atrás para ver hacia adelante, hay que hacer énfasis en el Plan de Desarrollo
2014-2020. En su componente axiológico se definen los principios y valores del ser y quehacer institucional pero se identifican dos aspectos claves a resaltar en el marco de su proyección con la
oferta educativa que se imparte.
a. La
visión antropológica: El documento expresa sobre la concepción que se tiene de
ser humano en el sentido de comprensión del tipo de personas que se quiere
formar. “Concebimos al ser humano como
imagen y de Dios, único e irrepetible, con conciencia histórica; capacidad de
encuentro consigo mismo, con los demás, con la naturaleza y con la
trascendencia; abierto al diálogo; y en esfuerzo constante por construir la paz
a partir de su proyecto de vida”. (PDI, 2014-2020, p.12).
b.
La visión educativa
que se orienta a “formar profesionales humana y académicamente competentes, formar personas con
espíritu crítico, sentido ético y compromiso social” (p,16).
c. Visión axiológica: Que busca hacer visible
la propuesta de educar en valores centrados en la perspectiva del evangelio de
Jesucristo. (PDI, 2014-2020, p.12).
Desde estos referentes
de la historia, sobre la tarea de la
formación humana, humanística y cristiana, se considera importante y prolongable
en el tiempo, los conceptos, las estrategias y los espacios, en el sentido de
seguir aprendiendo, proyectando y propiciando escenarios para la educación de
las personas, de los ciudadanos y profesionales que requiere una región y el
país. En efecto, el referente que motiva a realizar la resignificación del
modelo pedagógico repensando la educación según la UNESCO (2015) en el sentido de
apoyar y aumentar la dignidad, la capacidad y el bienestar de la persona humana en
relación con los demás debe ser la finalidad esencial de la educación en el
siglo XXI... La educación no conlleva únicamente la adquisición de aptitudes,
sino también la de los valores de respeto a la vida y a la dignidad humana
necesarios para que reine la armonía social en un mundo caracterizado por la
diversidad. (UNESCO, 2015, p.36)
EL OBJETIVO INSTITUCIONAL: REAFIRMAR EL SENTIDO HUMANO DE LA
FORMACIÓN
Las preguntas
que orientan la resignificación del componente humano como referente del Modelo
Pedagógico de la Universidad Mariana, se
centran en cinco interrogantes fundamentales: ¿Qué tipo de formación necesitamos
en el siglo XXI? ¿Cuál es la finalidad de la formación humana en el contexto
actual de trasformación social y de cambios vertiginosos? ¿Cómo debería
organizarse los aprendizajes de lo humano y lo humanístico? ¿Qué sentido tiene
la formación humana y académicamente competente proyectada en la misión
institucional 2014-2020?
Un modelo
pedagógico es la ruta de formación de una Institución o la carta de navegación
que orienta un tipo de formación y de proyecto educativo. Para Marroquín
Yerovi (2011), un modelo es un arquetipo o punto de referencia para imitarlo o
reproducirlo…, una representación ideal de un sector del mundo real”
(p.37) En esta representación están
implícitas preguntas esenciales que definen la ruta en los procesos pedagógicos
desarrollados en el aula, entre las cuales se destacan: ¿Para qué se forma?
¿Qué aprender? ¿Qué y hasta dónde evaluar? ¿Cuándo aprender?
A partir de
estas preguntas, la ruta de formación humana, humanística y cristiana, se
cristaliza en el sentido de la declaración
que hace la Misión Institución del nuevo Plan de desarrollo 2014-2020: “formar
personas humana y académicamente competentes, con sentido ético y compromiso
social”. Recordemos que la idea de formar profesionales, humana y
académicamente competentes, se circunscribe a las misiones institucionales
formuladas en el 2006 y redefinida en el 2014. En este sentido, se reafirma la
necesidad de
“imprimir un sello
diferenciador a sus procesos formativos que cumple como institución de
educación superior, los cuales quedan impregnados por los principios y valores
derivados de su teleología, espiritualidad, humanismo y pedagogía. En ese
horizonte, y desde el Evangelio de Jesucristo y la Espiritualidad Mariana y
Franciscana, basándose en el diálogo entre fe, ciencia y cultura, pretende
formar profesionales humana y académicamente competentes con espíritu crítico,
sentido ético y compromiso social” (Guerrero, 2015, p. 13).
En este caso,
las preguntas anteriores son el marco de referencia para estructurar un modelo
pedagógico integrador y diferenciados de los proceso formativos que respondan a
los nuevos requerimientos que exige la sociedad del siglo XXI. Los retos e hitos
marcados por la Universidad Mariana en sus tiempos de labor académica y
científica, le han permitido madurar y crecer como una universidad humana y que
ayuda a vivir en sociedad, en comunidad
fraterna y solidaria. Ha sentido desde su ser apostólico, el deseo de enseñar a
“aprender a vivir juntos” en la
propuesta de Delors (1996) y de llevar a
cabo en el marco de sus políticas las declaraciones, referidas a los cuatro pilares básicos para la educación: “aprender
a aprender, aprender a ser, aprender a hacer y aprender a convivir”.
Sin desconocer las tendencias del mundo actual, en su camino educativo, ha facilitado a los educandos el desarrollo de las competencias humanas y sociales necesarias para descubrir la realidad y los derechos del otro, y aprender a participar en proyectos comunes. Lo anterior, ha tenido implicaciones sobre la búsqueda de la forma de vivir en sociedad desde la perspectiva de los derechos humanos y de la manera de viabilizar estos derechos a partir de la formación en valores. Y en este contexto, adaptarse a las nuevas circunstancias que presenta el modernismo de la sociedad, bajo el impulso combinado de la industrialización, la urbanización y la globalización (Morales, 1998) trabaja asociadamente en la generación de espacios de bienestar institucional, desarrollo de valores, convivencia humana, identidad institucional y el despliegue de la creatividad en sus educandos
Para la universidad y sus facultades, la formación en lo humano y humanístico no solo está centrada en el cultivo de las humanidades (asignaturas) o de las ciencias sociales, sino en el desarrollo de potencialidades y capacidades que tiene cada persona, en la formación de las habilidades sociales necesarias en las relaciones laborales. Así mismos, en el propósito de generar actitudes positivas frente a la cultura y la diversidad cultural, (Canclini, 1989; Magendzo, 2000). De no hacerlo así, la política misional de la universidad se mantendrá dentro de un diseño o paradigma tradicional, alejada de las auténticas necesidades de los ciudadanos, de las personas y de los profesionales que se necesitan para apoyar las iniciativas del país en torno a la educación para la paz y la generación de una nueva mentalidad en postconflicto. Hay que decir que este es el sello diferenciador que se pregona en cada hoja de este modelo pedagógico y que debe aprender a leerse con mirada humana y franciscana.
El sello diferenciador de la universidad Mariana: la formación humana y académicamente competente.
La formación humana es el sello diferenciador del proceso educativo de la universidad Mariana. El sentido de esta impronta, radica en dar forma a lo humano, a la persona que ingresa al claustro universitario, en continuar con el proyecto de dignificación de la condición humana (Morin, 2003) Este proceso pedagógico y constructivo reside en promover el espíritu libre y de responsabilidad que tiene la universidad en términos de contribuir y acompañar en el crecimiento, cultivo y trascendencia de cada persona. El ser humano no nace humano, (Savater, 1997, p. 22), se hace en la medida en que se conoce a sí mismo, se proyecta y se compromete, con sus semejantes en sus relaciones e interrelaciones. “Los humanos nacemos siéndolo ya pero no lo somos del todo hasta después; ser humano no es fácil, hay que llegar a serlo” (Savater, 2005, p, 21). En este sentido, “el destino de cada humano no es la cultura, ni siquiera estrictamente la sociedad en cuanto institución, sino los semejantes. Y precisamente la lección fundamental de la educación no puede venir más que a corroborar este punto básico y debe partir de él para transmitir los saberes humanamente relevantes (p, 21b).
Es así como
cada ser humano tiene que repetir, reconstruir, recorrer por sí mismo en el
curso de su propia vida individual la historia de la humanidad para poder
llegar a ser el que está llamado a ser.
Este recorrido es un “ascenso a la humanidad” hecho durante toda la vida
posible. Vista en toda su profundidad, la vida de cada ser humano es, en
estricto sentido,
una vida educativa de educación ininterrumpida e
ininterrumpible a lo largo de toda a existencia, como la organización y la vida
de toda sociedad humana son en el fondo “una organización y una vida de
asociación de seres humanos que son siempre educandos y educadores al mismo
tiempo, unidos entre ellos por una urdimbre cada día más densa de “relaciones
de ayuda”, como las llamara el célebre fundador de la escuela de sicología
humanista norteamericana Carl Rogers” (Savater, 1997,p.21) .
Por otra
parte, cuando se habla de un ser humano formado, se comprende que una persona
ha desarrollado de alguna manera, el sentido común de la existencia, la
capacidad de trascendencia y su
sensibilidad ante la vida; que ha desplegado una nueva mentalidad del juicio moral y que ha encauzado la posibilidad
y deseo de libertad, es decir, su no indiferencia ante el mundo y sus múltiples
relaciones.
La formación
humana competente significa “formar al ser humano completo” (Remolina, 2002), exhorta a comprender a
·
La persona humana como unidad y diversidad que
conoce: es decir que la persona incorpora desmaterializando los elementos del
mundo externo que hace suyos por el conocimiento.
· La
persona humana, es independencia que se posee: en el fondo de su ser, el
hombre y la mujer descubre su mismidad o su condición humana y percibe en su interior su propia historia.
·
La persona es responsabilidad que actúa: la
acción no le viene impuesta de afuera, sino desde su propio interior.
· La persona es libertad que ama: por la libertad
el hombre y la mujer se comunican con otros seres y son capaces de integrarse a
los demás. Ser humano, dice Edgar Morín (2008) es una noción trinitaria. Porque
es ser un individuo, es ser una parte de la sociedad, y es ser una parte de la
especie humana” (xxx).
En este
sentido, educar lo humano, es una forma de aprendizaje que consiste en
participar en esta emergencia histórica de apoyar un proyecto de vida
axiológico fortaleciendo su adaptabilidad a un entorno siempre cambiante con
conservación de la identidad y de autoreferencia que son propios a cada
persona. Esto implica el respeto por el
Ser, por las creencias, por las coherencias operacionales creando los ambientes
de conocimientos necesarios para que estas ligazones (Morín, 2005) estructurales
que definen su modo de deber ser y lo transforman permanentemente se puedan
modificar y desarrollar plena e integralmente en la universidad.
Así entonces,
la formación humana competente, explícita en la misión institucional está relacionada con el desarrollo de las
dimensiones, de las actitudes y valores que impactan en el crecimiento personal
y social de la persona. Un ser humano formado desde sus dimensiones, actúa de
manera ética, crítica y propositiva. Es
un ser que reconoce su papel en la sociedad, en la familia, en la institución,
en la empresa, en cualquier ámbito de la vida. Es un ser que valora la vida,
los espacios concretos de acción y comprende la diversidad cultural (Cajiao,
F., 2005) en la que está inmerso. Es en consecuencia, un sujeto en crecimiento,
en continuo desarrollo humano y reconocimiento de las emociones y actitudes.
La universidad
Mariana ha querido entender que la formación humana es también formación
humanística representada en la elaboración y la apropiación por parte del
sujeto, a través del proceso educativo escolarizado, de una concepción integral
acerca de la naturaleza del hombre y de la sociedad, así como de la activa y
multilateral interrelación entre ambos. Ello hace que la misma posea un sistema
de componentes económicos, políticos, intelectuales, éticos, estéticos,
patriótico-nacionales, valorativos, emotivos y cosmovisivos que se nutren y
establecen a partir de las más diversas disciplinas científicas acerca del hombre
y de la sociedad, tales como la filosofía, la economía, la sociología, la
politología, la jurisprudencia, la lógica, la epistemología, la ética, la
estética, la sicología, la pedagogía y la historia, entre otras.
Según Vargas
(2010),
La formación humanista tiene un carácter moral y
político, que se realiza en un doble nivel. En primer lugar, permite el
desarrollo del sentido histórico: de la inserción de cada persona en la cadena
de las generaciones. Gracias a esta nueva relación con la historia la persona
toma conciencia de que el mundo en el que vive ha sido heredado, que debe ser
preservado para las generaciones futuras y de que el sentido de la educación
consiste en la apertura de mundo y de horizontes a las siguientes generaciones.
Este despertar a la conciencia histórica le facilita a cada individuo su
proyección ante los otros, su realización en el mundo mediante tareas concretas
de carácter personal: la vocación. En
segundo lugar, la introducción al “mundo” solo es posible mediante el lenguaje, lo cual presupone, la apropiación
y dominio progresivo de la lengua materna. En el discurso se realiza la puesta
en consideración que cada quien hace ante los otros de sus propias opiniones;
en este contexto juega un papel fundamental la retórica.
En resumen, la
realización efectiva, adecuada y consecuente de la formación humana del
profesional y humanística- en términos del lenguaje y de la vocación-,
representa una síntesis peculiar del por qué, el qué, el cómo, el quién, el
para qué y el para quién se forma. Estos interrogantes conllevan
precisamente a determinar la composición
y estructuración de los curso que hacen parte del área Institucional y del
componente de formación humana, de su
relación con el resto de las disciplinas científicas que toman parte en la
formación del profesional, de los presupuestos teóricos que la sustentan y de
los fines prácticos hacia los que se orienta, de los modos de su construcción
por el propio educador, de la preparación y maestría de este último, de la
visión pedagógica en que se asiente su concepción y montaje, así como de los
enfoques e intereses político-ideológicos que en su proceso intervengan, entre
otros.
En efecto, la formación humana rebasa el ámbito
exclusivamente académico y posee irrenunciables resonancias sociales,
familiares y comunitarias. Es una servicio son sello social y fraterno. Desde la formación humana se busca potenciar esos esfuerzos de repercusión
social, a contribuir, a fundamentar científicamente ese devenir histórico de
los seres humanos, a concientizar y orientar esa acción autónoma de cada
persona. Es por ello que no se puede dejar de reconocer que: “Si uno de los
objetivos fundamentales de la Universidad es resguardar, promover y ejercer el
humanismo, como formación integral, entonces su función trasciende la formación
profesional y adquiere una dimensión de servicio social”. (Esquivel, 2002, p.7)
La formación humana como práctica de valores
Al unísono de la formación humana, también se resalta la formación en valores. Este tipo de formación que es un tema actual, se considera esencial en la visión institucional, pues induce a escalar hacia el logro de una educación más plena e integral del ser humano en formación y en correspondencia con los nuevos requerimientos sociales, culturales, políticos y económicos. El proceso de formación de valores aunque tiene etapas, no es un fenómeno que cierra en una edad determinada, hay valores que se incorporan a los principios, convicciones y escalas valorativas personales en la vida de los individuos desde edades tempranas y tienen sus reajustes en el transcurso de la vida, de acuerdo al desenvolvimiento particular de cada persona en sociedad.
De modo que la
formación en valores es un compromiso institucional, social y ciudadano, ante todo una práctica
cotidiana que siempre se vuelve vigente en dialogo con cada cultura, con cada
contexto y con cada persona en particular. La formación de valores es un
proceso inherente al desarrollo moral, físico, emocional y espiritual de la
personalidad en el que se integra de forma coherente el contenido axiológico en
todas las dimensiones propuestas en la misión institucional y en otras más como la alteridad, la autonomía, la
integridad, la corporeidad, el afrontamiento, etc. (Sandoval, 1993).
La formación
en valores, es una vivencia o mejor una forma de vida que la universidad ha
incorporado en su ser y quehacer institucional desde su fundación. En este
contexto, el elemento constitutivo de la formación en valores, es el humanismo
cristiano. Hay que decir que, los valores transmitidos por la comunidad de
Hermanas Franciscanas de María Inmaculada,
están inspirados en el mismo carisma franciscano que a lo largo de ocho
siglos ha impreso a su labor pastoral en diferentes campos, pero siempre
volcados en los más desfavorecidos de la sociedad: los pobres, los excluidos,
los marginados, etc.
La Universidad
Mariana a través de los documentos Institucionales proyecta en su marco
Axiológicos la práctica de valores y la formación de los valores. Los valores
institucionales son corresponsables a toda la Comunidad Universitaria y estos
se hacen visible en sus espacios de
labora administrativa, académica, de investigación y extensión. Corresponde
a las instancias que trabajan con la formación en el aula, el desarrollo
institucional y el ambiente universitario, generar estrategias para crear un contexto adecuado de vivencia y
adopción de conductas que pongan de manifiesto una formación sólida en los
valores humanos e institucionales.
El marco axiológico del Plan de desarrollo 2014-2020 define los siguientes valores:
Respeto: Es el elemento fundamental
para la convivencia pacífica que a la vez resulta sana. Comienza por el respeto
a sí mismo y a los demás, y necesita el reconocimiento de los derechos,
intereses y necesidades de los otros.
Paz: Se deriva del latín pax, y es
fruto de la sana convivencia. Implica el vivir de tal modo que los conflictos
puedan ser superados en el marco de la convivencia fraterna y respetuosa;
supone por lo tanto la tolerancia y la superación pacífica de los conflictos.
Pablo VI considera “el nuevo nombre de la justicia”, por lo que requiere un
orden social justo.
Inclusión: Hace referencia al respeto a
las diferencias individuales y condiciones iguales de participación en
sociedad, independientemente de los valores culturales, raza, sexo y edad.
Responsabilidad: La responsabilidad es
la conciencia acerca de las consecuencias que tiene todo lo que hacemos o
dejamos de hacer sobre nosotros mismos o sobre los demás. Garantiza el
cumplimiento de los compromisos adquiridos, y genera confianza y tranquilidad
entre las personas.
Solidaridad: Es el sentimiento de
unidad basado en metas o intereses comunes e implica reconocer los lazos
sociales que unen a los miembros de una sociedad entre sí, en búsqueda de una
meta común. Tiene que ver también con el esfuerzo para impulsar la libertad, la
igualdad y demás valores morales en aquellos en aquellos grupos que, por
razones diversas, no pueden disfrutar de esos valores.
Fraternidad: Proviene del latín,
fraternitas, que corresponde a la amistad, afecto y amor surgido entre
hermanos, iguales, o entre los que se tratan como tales. Al hablar de
fraternidad podemos hablar también de hermandad. La fraternidad, en la
espiritualidad del Evangelio, se fundamenta en la filiación divina: por ser
hijos de un mismo padre – Dios, somos hermanos entre sí. (PDI, 2014-2020, p,1
2) .
Según Aranda
Barradas (2005)
el tema del tratamiento de los valores humanos en
ambientes académicos supone que en los planes y programas de estudio se deberán
incorporar maneras de propiciar actitudes que resulten de procesos de
valoración, es decir, de procesos en los que surjan valores humanos socialmente
positivos. Esta labor es compleja dada la naturaleza del valor en sí, de las
dificultades implicadas al intentar conferirlo de un individuo a otro y de las
vicisitudes asociadas al propio proceso de valoración (p.12).
La práctica de
valores y la formación en valores son modos de proyectar el sentido de lo
humano que tiene la universidad. Los valores constituyen la auténtica condición
de la propuesta formativa de la Universidad Mariana. Educar en valores no es
jerarquizar una lista de curso para dictarlos en una clase, es facilitar
medios, escenarios, actividades, para el desarrollo de actitudes, aptitudes,
capacidades y habilidades para aprehender a ser, a hacer y saber.
La formación humana, una mirada puesta en el porvenir
Nos
enfrentamos a nuevos retos con la formación de seres humanos. El mundo es
cambiante y se tejen en los espectáculos
de la sociedad global, miradas distintas para entender lo humano, la formación
humanística y el sentido de las humanidades en las prácticas curriculares. Hay
un desafío mayor con la región y el país; en este caso, la emergencia de una
sociedad consumista, la proliferación de movimientos sociales y políticos de
divergencia, los sistemas tradicionales, los brotes constantes de violencia,
conflicto, corrupción y pobreza; también,
las formas xenofóbicas en que se tejen las relaciones entre grupos y
poblaciones, la carencias de identidad y valoración de la vida, son retos que
se presentan al proceso de formación. Educar no es una tarea fácil en un mundo
de constantes trasformaciones sociales, transiciones y los cambios que genera
los problemas. Es un asunto que tiene características de complejidad y
diversidad.
Este panorama
de múltiples lecturas y configuraciones, plantea a la universidad Mariana retos
de planificación, organización y proyección que abra posibilidades nuevas y renovadas de
fortalecimiento de los valores y principios que orientan la labor educativa
declarada en la misión, visión y proyecto educativo institucional. Esta tarea
que es irrenunciable ha de enfocare en triple propósito:
El primero
enfocado a fortalecer el sentido de lo humano en la comunidad universitaria. Es
decir, en fortalecer desde diferentes ámbitos de la vida Institucional las
dimensiones humanas. Entiéndase por dimensiones humanas al conjunto de actitudes,
capacidades y potencialidades fundamentales con las cuales se articula el
desarrollo integral de una persona; o también si se aspira, unidades
fundamentales, de carácter abstracto, sobre las que se articula el desarrollo
integral del ser humano.
En este caso
son dimensiones humanas,
·
la ética,
·
la espiritualidad,
·
lo cognitivo,
·
lo afectivo,
·
lo comunicativo,
·
lo estético,
·
lo corporal,
·
lo sociopolítico. Etc.
El segundo,
proyectado a la formación humanística y cristalizada en los currículos de los
programas. Esta labor desarrollada por los decentes adscritos al Departamento
de Humanidades, debe fortalecerse en la medida en que los cursos
institucionales definidos en los planes
de estudio no son agregados o “rellenos” del proceso educativo, sino
componentes de la formación integral, los cuales deben ser dinamizados a partir de diferentes estrategias
de enseñanza-aprendizaje. Los cursos llamados humanísticos establecidos en las
mallas curriculares a la fecha, deben aportar a la formación del profesional
del ser humano que quiere la universidad Mariana; del hombre y de la mujer que
desarrollan una actividad profesional, con dignidad, identidad y sentido
crítico. Estos cursos Institucionales aprobados en las mallas curriculares se
constituyen en núcleos temáticos que implican las reflexión y la construcción
de horizontes de sentido. De este modo, el abordaje de estos cursos no solo
implica el desarrollo de un contenido temático en el aula sino la difusión de
todo el quehacer de la universidad. Se busca que a través de este proceso se
fomente la proyección de la universidad referida a “formar profesionales humana
y académicamente competentes, con espíritu crítico, sentido ético y compromiso social”.
(Misión 2014-2020).
En este
sentido se debe entender que el Pensamiento
Filosófico debe porta al desarrollo
del pensamiento crítico en relación al ser, el conocer y el quehacer del ser
humano. Parte de la identificación de problemáticas existenciales, la
apropiación de los principales referentes teóricos y conceptuales de la
Filosofía, para así, desde una visión holística de la realidad y la comprensión
de los grandes interrogantes del ser humano, desarrollar en el estudiante
mariano una actitud crítica, dialógica, creativa y propositiva frente a
problemáticas inherentes al sentido de la vida, la universidad y el contexto,
fortaleciendo la identidad personal, institucional y sociocultural.
El Humanismo
Cristiano debe incluirse en todas las dimensiones de la persona y comprometerla
en la búsqueda de una sociedad fraterna, justa, solidaria, sin clasismos; una
sociedad cohabitada por seres humanos cada vez más generosos, serviciales,
amorosos, compasivos y misericordiosos en consonancia con el proyecto humano de
Jesucristo. En este sentido, el
humanismo de inspiración cristiana debe ayuda al ser humano de hoy a
comprender, valorar y promover la dignidad de la persona en todas sus
dimensiones. Toda la comunidad
universitaria debe hacer visible el humanismo cristiano en sus prácticas y
actividades cotidianas y no considerar que es un curso que se dicta a los
estudiantes.
La Ética y Profesión
debe
postularse en la universidad Mariana como la búsqueda profunda del sentido de
la vida particular y concreta de cada ser humano. Es a través de la ética que se construyen los
horizontes y las expectativas que orientan la convivencia de un conglomerado
humano mediante el ethos o manera propia de actuar de un grupo humano; ésta
como sabiduría práctica de la perfección humana y del buen vivir
hace parte del proyecto formativo de la Universidad Mariana brindando
elementos que permitan al estudiante asumir su
profesión con responsabilidad ética y
compromiso social. En este sentido el
profesional que se forma en la universidad,
debe estar en capacidad de aplicar
los principios éticos y tomar decisiones en su ejercicio profesional.
En este caso,
para que la formación humana tenga impacto en los currículos y en los
profesionales, se requiere de temas y métodos
contextualizados a las profesiones. No se puede estandarizar este proceso, dada
la complejidad de los objetos de estudio y fines de la formación. En este caso,
tanto los curso de formación humana, cualquiera que sea su denominación y sin
fragmentación deben
·
Enseñar a pensar críticamente,
·
Estar orientados al desarrollo de la inteligencia,
la emocionalidad y la eticidad del ser humano
·
Enfocados con el horizonte de sentido de la
disciplina y de la profesión
·
En constante diálogos con los Otros y la cultura,
no parcelada, ni fragmentada
·
Contextualizados a los signos de los tiempos en
que la universidad Mariana hace su proceso formativo.
·
Pertinentes
a los procesos formativos de cada programa y de la Identidad de la Universidad
Mariana
·
Enfocados hacia el fin que persigue la
Universidad: “Formar profesionales humana y académicamente competentes, con
espíritu crítico, sentido ético y compromiso social”.
·
Definidos con una misma identidad y no
escondidos en conceptos técnicos o en criterios externos a la universidad.
Finalmente, el
tercero, enfocado en la construcción de una universidad comprometida con la
línea estratégica sobre identidad Institucional (PDI, 2004-2020) que plantea la
necesidad de trabajar integradamente en acciones significativas relacionadas
con la construcción de la comunidad educativa universitaria con experiencia de
fe cimentada en el Kerigma con actitud profética, la transversalidad de la
espiritualidad mariana y franciscana, la
proyección y compromiso social. Estas líneas implicadas con proyectos
concretos como:
·
Construcción de la
Escuela de fe para la comunidad educativa universitaria
·
Espiritualidad
Mariana: Dignificándonos desde María
·
Institucionalización
de la cultura de paz
·
Institucionalización
del Observatorio Pastoral de la realidad
·
Escuela
de Formación ética y ciudadana
·
Catedra
Mariana (PDI, 2004-2020, p. 17)
En síntesis, la formación humana es una línea
extensa que va más de lo curricular; implica los trasversal, lo integral y lo
complejo del currículo. Este tipo de formación está centrada en lo que el Papa
Francisco expresó de manera brillante en la visita a Educador en el año 2015:
la orfandad contemporánea , en
términos de discontinuidad, desarraigo y caída de las certezas principales que
dan forma a la vida, nos desafía a hacer de nuestras escuelas (universidades)
una “casa”, “un hogar” donde las mujeres y los hombres, los niños y las niñas,
puedan desarrollar su capacidad de vincular sus experiencias y de arraigarse en
sus suelo y en sus historia personal y colectiva, y a su vez encuentren las
herramientas y recursos que les permitan desarrollar su inteligencia, su
voluntad y todas sus capacidades, a fin de poder alcanzar la estatura humana
que están llamados a vivir. (Papa Francisco, Discurso, p.4)